Políticas para amador es un libro que se complementa con el anterior, ética para amador, (aunque la ética es una perspectiva personal) los cuales brindan un simple análisis sobre la sociedad en el hombre y el hombre en la sociedad. Breves comparaciones, entre el ser humano con el animal incitan al pensamiento creativo dentro de este, dándole un punto clave en la política. Es un repaso entre la historia y el hoy que muchos desdeñan con objeciones de un por qué, un cuándo y un cómo.
Política para amador, profana el mal gusto de la política, le da un sentido literato y ambiguo pero al mismo tiempo directo y único que transgrede las fronteras de la misma política para la sociedad. Su desenvolvimiento en estas dos clases de sociedades (animal y del hombre) permite que la gama de diferencias entre, ante la discusión del lector para crear, sacar y hasta pulir sus propias definiciones.
Entre esas podemos encontrar que no es tan vertiginosamente diferida la sociedad animal de la llamada sociedad humana a la que ‘dichosamente’ pertenecemos. Burgueses o trabajadores pertenecen a una misma sociedad, que los alimenta y cobija como un par de hijos mas. Del mismo modo la sociedad puede perturbar dichas situaciones para acabar con la vida de los socialmente humanos, a diferencia de los animales quienes viven en sociedad para garantizar su propia supervivencia, desconociendo totalmente que la muerte es el final de todo lo que nace. La diferencia recae posiblemente en que los animales trabajan de acuerdo a su instinto y los hombres transgreden las paredes del interés propio queriendo fortalecerse y crear esa ‘inmortalidad’ para poder con el todo. Pero la más lógica es la más ilógica, puesto que la razón y/o el uso de esta, no los diferencia del animal. Desde mi punto de vista, la razón no nos divide de los animales, puesto que a falta de esta, actuamos como animales. Y eso en su gran mayoría siempre sucede en esta dicha de país que llamamos ‘hogar’.
Ojo, no confundamos las COLOMBIANADAS con las ANIMALADAS. Conceptos diferentes que radican en ideas diferentes. Pero que de vez en mes, se cruzan en camino.
El animal racionaliza de acuerdo a sus necesidades, el ser humano racionaliza de acuerdo a que ‘yo interno’ o ‘ego’ quiere satisfacer, además de crear su propio reconocimiento; uno de los tantos factores por los que no podemos negar vivir en sociedad. Ese llamado reconocimiento o fama, es precisamente el regalo que la sociedad opta por ofrecer al hombre más prospero. Somos seres que por naturaleza queremos y necesitamos de la atención de los demás, por eso vivimos en sociedad. Sin sociedad seremos solo hombres y mujeres abnegados a una realidad. Una diferencia tacita entre los animales (corrientes) y el hombre es la subvención de querer contrarrestrar lo imposible... La muerte. Además de que el animal no distingue el bien del mal, solo sobreviven a la situación y/o necesidad que deben enfrentar para no morir. Solo saben comer, protegerse y reproducirse.
La misma sociedad nos penetra para crearnos dentro de ella. Lo que los seres humanos no pueden permitir es ser imbéciles, desde un punto de vista moral. Valga la redundancia de la imbecilidad, siendo esta la que permite que el hombre arribe a la ignorancia además de la ineptitud del sacrilegio llamado sabiduría, por sobre el maltrato moralista que una misma sociedad puede entregarle.
La política seguirá siendo lo que ante muchos, afecta a muchos: una ineficacia culturalmente social que solo sirve para ‘joder’. Aunque la frase no especifica que tipo de afección tiene sobre la sociedad, es casi imposible no dejar de afirmar que su afección es negativa. Incide en querer formular convenciones (o leyes) que no son mas que costumbres naturales arraigadas a la ley de la cual el hombre no puede ni quiere erradicarse a ellas. Valga dentro la redundancia el ‘derecho natural’ (Iusnaturalis) y el derecho positivo (leyes y constitución). Aunque las convenciones viene siendo mas las leyes que aceptamos voluntariamente. Somos seres hipócritas, que como si fuera el mejor amigo, solo invocamos la legislatura para un bien propio, pero nunca para analizar el ajeno.
Se vale rescatar la decisión de miles de hombres que deciden no vivir en sociedad, por simple repudio a la misma, considerarse del montón, o el extraño desagrado que le produce estar con los mismos de su especie. A diferencia de los animales; en manadas instan en vivir en armonía por conveniencia, dividen sus ‘motines’ pero eso sí siempre radicara el macho alfa por sobre el de cualquiera.
Una frase que no olvido y conservo dentro de una fracción de segundo en mi cabeza es –la muerte es natural, la sociedad es sobrenatural. Recurre a lo sobrenatural tal vez por el mismo hecho de que, Dios nos creo después de decidir que su ‘paraiso’ debía tener un guardían y termino forjando casi la humanidad entera. Ignominia, catarsis? Una pregunta sin respuesta dentro de la misma premisa… Existe Dios?
Punto de vista numero de uno del ser humano. La sociedad nos sirve, pero vehemente hay que servirle. La sociedad es una laguna donde todos podemos nadar, es un helado que todos podemos comer, pero con limitaciones, habrá que saber nadar y esperar no destemplarnos los dientes. Pero para el ser humano, el sexo, la comida, el techo, y la compañía no es suficiente. Siempre queremos más ante la verde situación viral de existencia que tenemos. Ojo, vivimos en sociedad, pero por eso no significa que haya democracia.
Muy posiblemente seamos como los loros, durante el crecimiento, nos la pasamos imitando todo lo que hacen nuestros antecesores, si rien, si lloran, si comen, la posición en que se sientan, las palabras que nos dicen… y ahí entra nuevamente la cuestión, ¿el loro habla o solo repite? Cuestión que siempre se opta por la segunda respuesta.